el miedo

miércoles, 2 de diciembre de 2009

historias del terror


El devorador subterráneo


...Con el cuerpo torcido y gimiendo de dolor, me encontraba desesperado pero rendido, y resignado a soportar mis últimos momentos de agonía... Todas mis fuerzas estaban agotadas, y la vaga esperanza de seguir viviendo no era precisamente útil para escapar de aquella oscura, fría y... babosa situación. Con mis últimos destellos de cordura, aún lamentaba haberme quedado en la mina unas horas más de lo habitual esa noche... Y con la garganta seca y la respiración agitada, ahorraba aire de cuando en cuando para lanzar gritos de auténtica desesperanza, sabiendo que nadie los escucharía en aquella sofocante mazmorra subterránea.En realidad, la vida nunca me había entusiasmado, pero ahí, atrapado en las fauces de aquella bestia, vivir era precisamente mi único anhelo, únicamente para seguir los autodestructivos pasos de mi rutina diaria, o tan sólo para ver una vez más el mundo de belleza engañosa que se extendía más allá de esa oscura caverna que poco a poco dejaba de ser mi lugar de trabajo para convertirse en mi callada tumba...Las mandíbulas de mi magnífico adversario, o debería decir depredador, rodeaban apretadamente mi pierna derecha hasta la altura de la rodilla, y su pequeño pero filoso par de colmillos perforaba mi corva produciendo un dolor espantoso. Los lentos movimientos con que succionaba mi cuerpo me hicieron entender con escalofriante certeza sus tétricas intenciones: No pretendía descuartizarme para comerme en pedazos, oh no... Definitivamente intentaba tragarme de un bocado y digerirme a la vez... Y lo lograría, a menos de que la suerte y las buenas ideas estuvieran de mi lado...A pesar de la penumbra absoluta de la mina, tenía cierta noción del monstruo que me devoraba: Además de exageradamente grande, era definitivamente un reptil, por el interior helado de su boca y sus movimientos reptantes, más no podía llamarse serpiente ya que, a mi entender, contaba con extremidades que le habían permitido abalanzarme contra mí antes de dejarme inconsciente y comenzar a engullirme por el tobillo, mismo que seguramente ya se encontraba cerca de la garganta de la bestia y que no tardaría en sentir los ardores del ácido llegando a su estómago...Intenté atacar a la bestia, pero mis entumidos brazos ni siquiera lograban inquietarla, y cuando intenté alcanzar una piedra para arrojársela a los ojos, no encontré ninguna... Porque si había algo que fuese visible en las tinieblas de aquella condenada mina de granito y reptiles gigantes, eran precisamente esos ojos brillantes y grandes como platos... Completamente inexpresivos, sumamente abiertos y exageradamente amarillos, lucían un contorno inyectado de sangre y numerosos vasos sanguíneos saltados, probablemente producto del polvo y gases subterráneos... La criatura no parpadeaba nunca ni cerraba los ojos, y mantenía su horrorosa mirada fija en mí, amenazándome y haciéndome estremecer de pánico y angustia, como si “solo” comerme vivo no fuera suficiente castigo ya por haber merodeado más de la cuenta en sus aposentos...Tragó un poco más, y mi pierna derecha ya se encontraba casi en toda su longitud dentro del lagarto, que chupaba con parsimoniosa firmeza... Y yo, en un chispazo de ironía, decidí ofrecerle mi otra pierna para que también la introdujera en su boca... A pesar del entumecimiento, logré doblarla y apoyarla sobre su nariz, esperando que cuando abriera las fauces para succionarla me diera tiempo de sacar la otra y quedar libre... Pero con una velocidad endemoniada, el monstruo absorbió el “bocado” que le ofrecí, emitiendo un extraño sonido burbujeante muy parecido a... una risa. Sí. La más maléfica que he escuchado jamás, y aunque apenas duró un segundo, me hizo temblar de miedo y desilusión... Mi intento de escapar había sido en vano, y se me agotaban las ideas y el tiempo...Repentinamente, comencé a sentir fiebre y mareos... Seguramente, los colmillos del reptil habían actuado inyectando en mí alguna toxina paralizante de efecto pasivo, que mi sangre se había encargado de esparcir por todo mi cuerpo para llegar finalmente a la cabeza...Desperté de golpe, sin poder precisar el momento en que me desmayé y teniendo una nueva esperanza de que todo hubiera sido un mal sueño... Pero mi sorpresa fue aún más grande al sentir su aliento muy cerca de mi cuello, y el tenue resplandor amarillo de sus ojos me permitió ver su cara a escasos centímetros de la mía... Sus escamosos labios rodeaban todo mi tronco, inmovilizándome por completo y dejando apenas mi cabeza, cuello y hombros fuera de su boca, pero aún no sentía el “hidromasaje” de jugos gástricos en mis pies, por lo que comprendí que el monstruo era muchísimo más largo de lo que pensaba...Sentí deseos de ver a mis compañeros mineros en ese momento... A mis camaradas, a mi jefe, incluso a Peter Phillips, o P.P... A pesar de la enorme enemistad que sentía por él, hubiera deseado que apareciera para echarme una mano con el bicho que me molestaba... Porque si alguien podía ayudarme, ese era Peter, el otro ingeniero eléctrico de la empresa aparte de mí, y el primer empleado que llegaba cada mañana a la mina de granito mucho antes que cualquier otro... A decir verdad, mi última esperanza era que el monstruo se tardara lo suficiente en devorarme como para que Peter llegara a la entrada del recinto y encendiera todas las luces de la instalación, lo que probablemente asustaría al animal y me daría la señal de alarma para volver a proferir gritos histéricos suplicando ayuda.Por unos segundos que me parecieron eternos, el reptil permaneció totalmente inmóvil, cerrando sus angustiantes ojos sangrientos y comenzando a inhalar todo el aire que le fuera posible con exagerada fuerza... Supuse entonces que estaba teniendo dificultad para tragar la parte más ancha de mi cuerpo, y que ahorraba energías para, de un tirón, tratar de meter mi humanidad completa dentro de su monstruosa existencia... Y de repente y sin previo aviso, sentí cómo enterraba una de sus afiladas garras en el área de mi hombro y trapecio, empujándome hacia sus dislocadas mandíbulas casi sin resistencia alguna, pues estaba dotado de un siniestro vigor sobrenatural...Yo permanecía con los párpados apretados, pero sabía dónde me encontraba cuando “mi amigo” retiró “amablemente” sus uñas de mi desgarrado hombro: Ahora mi cabeza se apoyaba en su lengua, cada vez más cerca del punto sin retorno, y por primera vez percibí el tremendo olor de aquella garganta que apestaba como un millón de cadáveres putrefactos en el mejor de los casos, lo que aumentó los mareos y las ganas de vomitar... Desde niño, vomitar sin haber comido, o en otras palabras, vomitar sin tener nada que vomitar, me parecía una de las sensaciones más desagradables del mundo, y aquella ocasión no era la excepción... Y entonces, como un rayo de esperanza divina, la desagradable idea de vomitar sin haber comido hizo surgir en mí una idea de salvación, un antojo liberador: comer. Tan simple como eso. Giré mi cabeza hacia la izquierda y cuando encontré a mi alcance el labio inferior de la bestia, lo mordí con tanta rabia que arranqué un buen trozo de carne escamosa. No era tan dura como parecía. El montruo chilló y se retorció dando muestra de su vulnerabilidad, y dejó a mi alcancé su larga lengua... Por supuesto, no dudé ni un momento en darle un buen mordisco. Y otro. Y uno más... Sentía cómo la babosa sangre escurría por todos lados, pero ya nada importaba: Me estaba dando un festín para salvar mi vida.Como último recurso, el debilitado animal succionó con más potencia que nunca y casi logra tragarme, pero en lo ancho de su garganta pude levantar la mano y palpar un palpitante bulbo viscoso... Y sonreí al saber que un mordisco más me daría la libertad. Lo sujeté con fuerza y sin pensarlo dos veces, le proferí la mordida más furiosa y decisiva de la noche, haciendo estremecer y, automáticamente, vomitar al lagarto, serpiente con patas, o... demonio, tal vez.Salí como en una oleada de jugos gástricos y nada más, comprendiendo que el monstruo acababa de hacer lo que yo tanto rehuía... Y por una mezcla súbita de olor putrefacto, agitación y un golpe en la cabeza, me desmayé una vez más...Al despertar en una camilla que un grupo de rescate se encargaba de transportar hasta la entrada de la mina, distinguí borrosamente a mi lado una cara familiar... Era Peter, mi enemigo, que tal como prediqué, era el único que podría ayudarme... Y lo hizo. Seguramente había llamado al número de emergencia al encontrarme tirado en condiciones sospechosas pero sin daños verdaderamente considerables.-¡Peter! – Lo llamé.-Descansa amigo, te pondrás bien...- Me contestó solemnemente.-Peter, prométeme... Quiero que me prometas algo...-Pero... Bueno, está bien, ¿De qué se trata? – Preguntó confuso.-Quiero... Quiero que... Cuando me recupere, claro, tú... Cambies de turno conmigo... Tú en la noche, yo en la mañana... Yo seré el primero en llegar, y tú el último en irte... Cambiaremos los papeles... ¡Promételo!-¿Qué...? Pero es que...-Vamos Peter, hazlo por un camarada... Por un colega... Por un amigo... Por favor – Le supliqué hipócritamente.-E... Está bien, amigo – Aceptó por fin, y yo descansé mis ojos y mi cabeza dejando que los paramédicos hicieran su trabajo...Satisfecho por esa última jugada improvisada, tuve la seguridad de que nunca le diría la verdad a nadie, ni al mismo Peter... Les diría que mis heridas fueron producto de una caída, y que alguien apagó misteriosamente las luces... Jamás les diría que esa noche yo apagué deliberadamente las luces y me quedé dentro de la mina, y que planeaba esconderme para tenderle una emboscada a Peter... Lo cazaría furtivamente apenas llegara a primera hora en la mañana, lo seguiría hasta el fondo de la cueva mientras realizara sus inspecciones de rutina... y cuando se presentara la oportunidad, lo empujaría en una de las múltiples fosas de cientos de metros que hay en lo más hondo de la caverna de granito... Escaparía y cuando me dieran la noticia de la misteriosa desaparición de Peter Phillips, me haría el desentendido... Era un excelente plan, pero no contaba con las posibles dificultades... (Y a final de cuentas, ¿Quién hubiera contado con la súbita aparición de un reptil gigante...?) Pero ahora que Peter me cambiaría de turno, porque lo obligaría a cumplir su promesa resaltando nuestra supuesta amistad, tal vez un día en la noche se tardaría más de la cuenta en salir de la mina... Y así, el devorador subterráneo podría cumplir la empresa que yo no pude terminar, dando fin a la vida de P. Phillips en las profundidades cavernosas de la maldita mina de granito... Buena suerte Peter, buena suerte... La necesitarás....